El president Quim Torra se ha puesto el traje de superhéroe procesista otra vez con el conflicto de los lazos amarillos. Durante varios días ha jugado con la Junta Electoral Central (JEC) y de paso con toda la ciudadanía de Catalunya con un tema que estaba claro que finalizaría con toda la propaganda independentista fuera de las fachadas de los edificios públicos mientras dure el proceso electoral.
La decisión iba a ser esta al final sin ningún género de dudas. Y el motivo es simple: el precio a pagar, una posible inhabilitación, era demasiado alto por unos lazos y algunas pancartas. El tema económico no resultaba ningún problema para Torra porque la nueva fiesta del Procés se la hubiéramos pagado los mismos que le proporcionamos su sueldo y las correspondientes subidas del mismo.
Pero el muñeco teledirigido por Carles Puigdemont desde Waterloo no podía dar su brazo a torcer sin mostrar a su público, el 'poble' -que es distinto al concepto de ciudadanía catalana, una nueva muestra de épica con aroma barato al que ya nos tiene bastante acostumbrados.
Después de presentar unas alegaciones a la orden de la JEC que daban pena y risa a la vez -y más si pensamos que Torra es jurista, urdió un plan de corte procesista para que nadie le pudiera señalar con el dedo por la 'tamaña' tradición de mantener una obligada neutralidad como Administración Pública ante unos comicios como harían en cualquier país del mundo, incluyendo Corea del Norte.
La estrategia era que un tercero cargara con el mochuelo de la decisión para escenificar ante su plebe que después de tanta charlatanería y requiebro acababa cediendo ante la malvada España porque le obligaban en contra de su voluntad. El elegido fue el Síndic de Greuges, órgano cuyas decisiones no vinculan ni al propio Rafael Ribó, titular del chiringuito desde no se sabe cuando.
Así que según Elsa Artadi el Govern pidió el martes día 19 de marzo un informe a este ente. Pero la realidad es que Ribó el viernes 15 ya había emitido una resolución de oficio recomendando su retirada, lo que no ha tenido problema en reconocer hoy mismo. Así que Torra ya sabía la opinión del Síndic y el martes no pidió más que unas aclaraciones -se ve que no lo acabó de entender bien- para hacer lo que recomendara.
Vamos, que el Molt Honorable y su Govern han soltado una trola para ganar tiempo y seguir con la obra de teatro con la excusa de que pidieron un informe cuyo resultado ya conocían desde hacía muchos días. Tras esto los medios subvencionados y propios han comenzado a deslizar la idea de que a causa de esta opinión del Síndic el president debía claudicar. Otra mentira más que solo se tragarán los más fanáticos de la causa, que básicamente es lo que se buscaba con esta nueva obra de teatro de la factoría Torra.