Muchos historiadores recalcan el gran error de Stalin tras la II Guerra Mundial al acordar con los restantes aliados un reparto del pastel europeo que fijaba unas fronteras entre unos y otros.
Lo que en aquellos momentos fue visto como una genialidad del líder soviético era realmente una manera de frenar el avance de la ideología comunista en buena parte de Europa. A partir de ese instante las revoluciones de corte soviético quedaron frenadas y el 'espectro del comunismo' que recorría el territorio europeo al que hacía referencia Marx en el siglo XIX se evaporó. O más bien quedó congelado y después se hundió.
El error fue encerrarse en sí mismos fijando posiciones para no perderlas pero obviando que la otra cara de la moneda era el freno a salir de las mismas y ganar nuevos espacios.
El Procés durante estos días ha cometido un error similar -salvando todas las distancias- al elegir a Quim Torra como President de la Generalitat. Los líderes procesistes, concretamente Puigdemont, no han seleccionado a un mero independentista: han elegido un hooligan. Y... ¿con qué intención? Mantener prietas las filas y las posiciones electorales conquistadas.
Carles ha optado por alguien que entiende que le será fiel y le obedecerá cual chihuahua -con respeto a los chihuahuas, pero también a un señor que mantendrá el espíritu nacionalista propio del Procés. Negación del otro y no negociación fuera del esquema procesista es lo que garantiza Torra.
En algunos mentideros dicen que seguramente nadie más hubiera aceptado el cargo y por eso Puigdemont optó por el sujeto. Sin embargo es difícil creer que entre 2 millones de personas no haya nadie más adecuado.
El procesisme ya ha llegado a la cota más alta en materia de desobediencia. Lo siguiente sería utilizar la fuerza, pero como parece que no tienen medios para ello -fuera de los CDR u otra performance sin sentido por el estilo que intentan dar miedo con poco éxito- lo único que les queda es lo que mejor se les da: la propaganda.
Pero ahora la maquinaria comunicativa ya no sirve para ganar terreno, solo vale para mantener las posiciones conquistadas y que estas no decaigan. Tras seleccionar a un personaje tan deleznable para el cargo han conseguido que todos sus miembros gasten sus energías en blanquear y justificar lo que no puede ser ni blanqueado ni justificado: la xenofobia y el racismo.
Ante el miedo han creado un telón de acero frente a sus adversarios, incluso no sería atrevido decir que también hacia todo lo exterior, para mantener a sus 2 millones de seguidores en el saco. ¿Y quién mejor que un nacional-catolicista para ello?
Con la elección de Quim Torra el exPresident Carles Puigdemont se asegura el liderazgo del Procés a la par que la continuación de los problemas internos y frente al Estado en Catalunya. Ello puede que ahora le refuerce. Pero a quien seguramente no vitaliza es al propio Procés, que se ha marcado su propio telón de acero y sus límites para el futuro.
Con los ingredientes de la xenofobia y el racismo es difícil, por no decir imposible, que algún día el independentismo logre pasar esa frontera del 50% de forma amplia. Se han congelado para evaporarse en el futuro.